viernes, 25 de mayo de 2012

Padres...? MADRES!



Existen padres -y supongo que madres también- a los que no les importa estar lejos de sus hijos, hacen su vida. Algunos por absoluto egoísmo, otros pocos por “engañosas necesidades que se creen”, unos más por comodidad –hecho que demuestra ser muy poco persona- y el resto… Qué importa? En estos casos no me importa en absoluto el único o miles de motivos que puedan tener, porque hay cosas en la vida en las que no hay justificación y esa es una de ellas. Sin embargo, lo que sí me importa es cómo lo viven los hijos, que a pesar de la posible tristeza e incluso de la inicial incomprensión, pronto llegarán a entender que esos seres, que un día decidieron priorizar su vida frente a la de ellos –sus hijos-, dejando evidente ahí quién era “el importante”, en realidad no son tan importantes.
Pero existe otra versión de esta distancia entre padres, madres, hijos e hijas: cuando son los hijos los que no quieren saber nada de alguno de sus progenitores. Y me refiero concretamente a casos en que dicho progenitor, no ha sido egoísta, no ha priorizado su vida frente a la del menor, no ha sido cómodo. Me refiero a casos en los que el hijo dirige su propia rabia y frustración, miedo e inseguridad contra su madre (porque eso sí que en la gran mayoria lo viven las mujeres). De esta manera, el hijo se siente “vencedor” –no sé de qué- y su actitud le permite mitigar y esconder su infelicidad, de la que él es el único responsable.
Y en la mayoría de estos casos, nos volvemos a encontrar con la figura del hombre detrás de ese adolescente: el padre egoísta, el hombre frustrado, el ser insensible que va de tipo duro. El hombre que de hombre no tiene nada. No tiene valores aunque cree que le sobran. No tiene criterio aunque se siente inteligente y poderoso. No tiene dignidad aunque se crea digno. Es un enfermo (no para exculparle), inmaduro, inseguro y mala persona. Porque manipula y utilitza a un ser indefenso, influenciando en sus ideas, sus hechos, sus reacciones… Todo ello para continuar escondiéndose a él mismo sus auténticas carencias.

Y así pasan sus días, parte de sus vidas, el adulto no merece más comentarios y el menor, creyendo que tiene una personalidad de hierro y orgulloso de parecerse a su padre. Los dos retroalimentándose con mentiras, con falsos sentimientos y momentos vacíos.
Y lo peor de todo… Se creen que hacen daño a la mujer. Sí, se lo hacen, pero se olvidan que esa mujer tiene valores, criterio, dignidad… Y aunque ella no se merece ese trato, ellos nunca se han merecido ser partícipes de momentos de esas encantadoras mujeres. Y hablo en plural, digo ellos, porque esos adolescentes, a pesar de la manipulación y de la poca experiencia, tienen consciencia.

Y a pesar de todo eso, de madre sólo hay una. Y las madres sabemos que lo primero es la felicidad de nuestros hijos. El precio…. Supongo que cada uno marca el suyo. Los límites no son universales. Deseo que la impotencia frente a situaciones como éstas, no consiga hacer dudar a esas madres de su valía, de su criterio, de su labor y de la calidad del amor brindada a esos hijos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario